Los guerreros pururaucas, o soldados de piedra, son parte de una leyenda que narra la victoria del ejército inca sobre el ejército chanca en 1438.

La leyenda andina habla de una batalla donde los incas, superados en número por un terrible enemigo, invocaron a su mayor deidad, el dios Viracocha, quien respondió a su llamado convirtiendo piedras en soldados, ayudando a los incas a defender su ciudad, haciendo que el enemigo se retirara del miedo y salvando así a su pueblo.

 

¿Leyenda o Historia?

El conflicto de los incas con los Chancas es quizás el episodio más conocido y decisivo en la historia de los Andes.

En 1438, Hanan Chanca Anccu Hualloc reunió a más de 40.000 soldados para conquistar la ciudad de Cuzco, destruyendo todo a su paso y finalmente rodeando la ciudad.

Cuenta la leyenda que el gobernante inca Hatun Tópac y su hijo, el príncipe heredero Urco, huyeron cobardemente de la capital, abandonando a su pueblo ante la inminente llegada del poderoso ejército de Chanca.

La anarquía reinó hasta que el joven príncipe Pachacutec, hermano menor de Urco y el segundo en la línea de sucesión, lideró valientemente una resistencia.

El joven príncipe reclutó un pequeño ejército para defender la ciudad de los enemigos, pero nadie quería unirse a ellos excepto el grupo Cane.

Ante esta adversidad, el príncipe se volvió hacia los dioses, clamando por Viracocha, el más poderoso de los dioses incas, quien respondió a sus oraciones durante un sueño, diciéndole al príncipe Pachacutec que enviaría soldados para ayudar en la lucha desigual y prometiendo una victoria aplastante para los incas.

Al día siguiente del sueño, las Chancas están en Morro da Carmenca prediciendo una conquista fácil, y a medida que su ejército avanza, sucede lo inesperado: las piedras circundantes comienzan a convertirse en guerreros que atacan las Chancas desde todos los lados, obligándolas a retirarse.

Tal como el dios Viracocha le había prometido al príncipe en su sueño, los incas, motivados por esta intervención divina, ganan la batalla, y cuando el ejército de Chanca se retira, los misteriosos soldados de piedra vuelven a su forma original.

Posteriormente, varias de las rocas que habían «cobrado vida» serían llevadas a diferentes templos y veneradas como ídolos sagrados Huacas.

Estatua de Pachacutec en Cusco, Perú.

Los eruditos ortodoxos creen que los soldados de piedra de Pururaucas eran sólo parte de una estrategia inteligente desarrollada por el joven príncipe, que consistía en disfrazar montones de piedras en soldados y colocarlas de tal manera que los Chancas pensaban que los incas tenían un ejército mucho más grande.

Otras fuentes históricas sugieren que muchos de los grupos étnicos locales, que inicialmente se negaron a participar en el conflicto, esperaron, escondidos entre las piedras, para ver qué lado estaría a la venta en el campo de batalla para luego unirse a la lucha.

Pero según los informes incas, los Chancas eran enemigos feroces y extremadamente violentos. Eran grandes y valientes guerreros, así que es muy difícil creer que se hayan retirado del campo de batalla gracias a un puñado de piedras vestidas de soldados.

Algo mucho más poderoso debe haber sucedido para empujar al gran ejército de Chanca de vuelta.

Viracocha: Un Antiguo Dios Alienígena

¿Es posible que Viracocha, que muchos autores mencionan como un antiguo dios alienígena, creó, de hecho, un ejército milagroso que ayudó a los incas a defenderse del poderoso ejército de Chanca?

Viracocha es descrito como «El Creador», también conocido como El Viejo Hombre del Cielo, Señor y Maestro del Mundo, teniendo varias características similares con los dioses Kukulcán de los Mayas, Quetzalcóatl de los Aztecas y Oannes de los Sumerios, y por haber creado la Tierra, los animales y los humanos y ser el poseedor de todas las cosas, los incas lo adoraron, sin ofrecerle sacrificios ni tributos. Creó, destruyó hombres y los levantó de nuevo de la piedra.

Viracocha en la Puerta del Sol en Tiahuanaco.

Al mismo tiempo, también es descrito como un héroe mítico más mundano, conocido como el «dios del personal», que trajo conocimiento y enseñó a los seres humanos diversas técnicas y artesanías y luego partió en un barco hecho con su capa.

Estas crónicas incas relatan que Viracocha era un hombre de estatura media, blanco, vestía un vestido blanco y siempre tenía un bastón y un libro en sus manos.

Según el historiador Pedro Sarmiento de Gamboa, hubo una ocasión en que los pobladoros de la ciudad de Caxha, molestos por su «extraña vestimenta y talla», decidieron matar a Viracocha:

«Ya se habían levantado en armas, cuando Viracocha, conociendo sus malas intenciones, se arrodilló en una zona plana, levantó las manos y miró al cielo, y desde arriba llovió fuego contra los que estaban en la montaña y todo se quemó como paja. El terror tomó el relevo de los malvados perseguidores antes de ese terrible incendio, y corrieron a donde estaba Viracocha, arrojándose a sus pies en busca de perdón. Viracocha, conquistado por la compasión, fue al fuego y lo puso con su bastón. Pero la montaña se quemó y las piedras se volvieron tan ligeras con el resultado del enorme calor del fuego que un hombre ahora podía llevar fácilmente algo que normalmente no podía ser transportado por un vagón».

¿Es este bastón portado por Viracocha un instrumento de alta tecnología, tan poderoso como el que Moisés usó para convocar a Jehová e interceder por su pueblo, devastando las tierras egipcias con terribles plagas?

Al igual que el Dios de los Hebreos, Viracocha logró que su pueblo se eligiera de los incas y los protegiera de los chancas con una tecnología capaz de evitar piedras y usarlas como proyectiles. Es lógico entonces pensar que las chancas sedientos de sangre huyeron al presenciar esta «magia» que excedía no sólo su capacidad militar, sino también su capacidad de entender.