En la mayoría de las culturas antiguas, los seres que se llamaban “dioses” eran de carne y hueso y tenían necesidades humanas, comían, bebían e incluso tenían relaciones con mujeres como se menciona en el libro del Génesis, el libro de Enoc, en las mitologías antiguas de Grecia, Egipto y los hindúes.

Las tradiciones chinas tampoco son diferentes y cuentan historias fabulosas sobre los dioses y su influencia en los humanos.

 

China fue fundada hace casi cinco mil años por Huangdi, el Emperador Amarillo, un hombre dotado de sabiduría y talentos divinos.

A Huangdi se le atribuye un nacimiento milagroso, su madre vio un rayo dando vueltas alrededor de una «estrella», la luz era muy fuerte y deslumbró su visión, en las siguientes semanas se enteró que estaba embarazada. Veinticuatro meses después, habría dado a luz al futuro emperador de toda China.

Es cuanto menos curioso que el embarazo duró 24 meses y no podemos dejar de notar la similitud con las abducciones extraterrestres en los informes modernos.

Cuenta la leyenda que Huangdi podía hablar poco después de nacer y desde niño Huangdi era muy perspicaz, dotado de una inteligencia inusual y capaz de establecer razonamientos avanzados sobre los más variados temas, mucho más allá de lo normal para su edad.

Tras conquistar los demás reinos en batalla, Huangdi se convirtió en el fundador de la nación china y su primer Emperador y habría gobernado desde el 2697 a.C. hasta el 2597 a.C., un reinado extraordinario y largo de 100 años donde introdujo importantes elementos de la cultura china, como la escritura, calendario chino, taoísmo, astrología china, Shuai Jiao, sericultura, medicina china y feng shui.

Durante su reinado, Huangdi se interesó especialmente por la salud y la condición humana, desarrollando una concepción de la patología humana, sus causas y tratamientos, según sexo y grupos de edad, distinguiendo diferentes ciclos que delimitan la relación de los órganos internos con las fases del día o períodos comunes de la vida humana.

En el último año de su reinado, Huandi preparó su «regreso a los cielos» construyendo un altar en la base de la montaña Qiaoshan y cuando se completó el altar, los cielos se abrieron y un Dragón metálico (Huanglong) «descendió del cielo». El Emperador Amarillo montó en el Dragón y, junto con más de setenta de sus oficiales, levitó a plena luz del día hasta desaparecer de la vista.

Los guerreros de terracota.

Tras su ascensión a los cielos, se construyó un mausoleo digno de todos sus logros: una réplica del mundo en un extenso complejo subterráneo en forma de palacio rodeado de ríos de mercurio líquido, donde piedras preciosas y perlas adornan el techo, representando los planetas y las estrellas en el cielo nocturno.

Sobre la tumba se erigió una pirámide de tierra de 47 metros de altura, que cubre un área de 2 kilómetros cuadrados, que nunca ha sido explorada adecuadamente por temor a que la erosión pudiera dañarla. Investigaciones recientes han detectado altos niveles de mercurio en el suelo, el cual es tóxico y hace peligrosos los trabajos de exploración.

La única parte de la tumba que ha sido excavada es la sala que contiene miles de estatuas de los guerreros de terracota que protegerían al Emperador Amarillo en su otra vida y que fueron descubiertas por casualidad en 1974.